Es urgente reapropiarnos

El fin de semana pasado estuve en la EPS, como de costumbre, y durante la mañana traté de desconectarme de la tecnología. Quise vivir el día prestando atención a todo lo que me rodeaba sin interrumpir dicha observación ni llenar el tiempo de espera con ninguna actividad paralela. El resultado fue muy provechoso. Definitivamente es urgente reapropiarnos de nuestra atención para volver a ser dueños de sí mismos.

Navegar por años en las redes sociales y estudiar marketing digital me han servido para entender que las pantallas se han apropiado de nuestra atención. Son tan gratificantes y adictivas —y de hecho, los algoritmos están programados para atraparnos en la navegación prolongada— que por eso pasamos tanto tiempo en ellas. No nos basta con una sola: podemos estar viendo Netflix y al mismo tiempo mirando Facebook en el computador y chateando en el móvil. 

Nos hemos convertido en seres multitasking (que hacen varias tareas a la vez) y nos hemos comido el cuento de que esta es una habilidad adquirida gracias a ellas. Dicha “habilidad” no es más que un retroceso involutivo, propio de los animales salvajes que tienen que comer y vigilar al mismo tiempo para que otro depredador no les arrebate su presa.

Hace dos décadas, el lapso de atención de un humano promedio era de doce segundos. Ahora ronda los cinco segundos. Estamos tan bombardeados de tantos estímulos y distracciones que el cerebro ha optado por privilegiar aquellos que le segreguen mayor cantidad de placer y desechar los demás; y por supuesto, la vida online es más gratificante que la offline.

Los algoritmos y las pantallas, o mejor, el abuso de ellas, están introduciendo en nosotros ritmos de vida no-naturales. Ahora todo hay que hacerlo —y consumirlo— “de prisa”, “antes de que se acabe la historia”, “sin perderte nada” y casi sin pensarlo. La tiranía del “Ya” y del “Ahora” se imponen socialmente y con tal de publicar y de captar la atención de otros, o de reaccionar a las publicaciones de otros, las cosas se hacen de manera impulsiva. La pausa, la reflexión, el discernimiento, ya no hacen parte del día a día ni del proceso de la toma de decisiones.

Nos obsesionamos consumiendo todo lo que publican y creando contenido para ser consumidos. Nuestra felicidad —sugerida, por cierto— depende de la aprobación de otros y de la relevancia que nos dé el algoritmo. Ante tal realidad ¿cómo no rebelarse y resistir? ¿Acaso no vemos que todo esto se trata de una nueva esclavitud? Lo paradójico es que es una esclavitud libremente escogida. Como dijo Kafka en un Aforismo: «El animal le arrebata el látigo al amo y se azota a sí mismo para ser amo».

Ya no somos dueños de sí mismos. Tampoco vivimos la vida: la vemos pasar como si se tratara de un espectáculo. Hemos perdido nuestros ritmos naturales, el placer de ser nosotros y de vivir la vida. Los algoritmos están condicionando nuestro modo de ver la vida y de vivirla. Cada vez nos exigimos funcionar y rendir como máquinas.

Nos urge recuperar los ritmos naturales. Necesitamos volver a disfrutar de la vida offline. La lectura pausada, la contemplación del arte, el ejercicio físico, los paseos para disfrutar de la naturaleza, el sano entretenimiento, la oración para conectar con lo divino, todo esto son antídotos contra la tiranía que pretende apropiarse de nuestra atención. El silencio, el tiempo consigo mismo, las pausas durante las actividades, saber escuchar y escucharse, todo esto tenía relevancia en la vida hace algunos años. Simplemente lo dejamos de lado y es un deber recuperarlo, por el bien de todos y una buena salud mental.

Aquella mañana fue provechosa, aunque confieso: es difícil reacostumbrarse a los momentos aburridos de la vida. Sin embargo, pienso que debemos aprender a posponer la gratificación inmediata y una buena manera de hacerlo es mortificando los sentidos y posponiendo algunas actividades para después. Tener durante el día periodos donde nos obliguemos a privarnos de las redes —por ejemplo— es algo que también fortalece la voluntad. Vivir es más urgente que navegar. Es posible salir del círculo de la adicción a las pantallas y reapropiarnos de nuestra atención.

Fotografía por Brands&People / unsplash.com

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