Pródigos

Dejar ir sin
detener la marcha,
hacerse a un lado y
esperar a lo lejos.
Es la alegría de
entregarlo todo.
Es el precio
de amar bien.

Tocar fondo,
tomar conciencia,
corregir el paso,
regresar a casa.
Es el precio
de la libertad,
de estar vivos,
de ser adultos.

Entrar, comer
y beber porque
se estaba muerto
y se ha resucitado:
es el gozo
del Padre Dios
y la salud de
todo pródigo.

Pintura por Rembrandt / El retorno del hijo pródigo

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